Mientras que cada dólar marginal que entra en el mercado de renta variable a través de vehículos pasivos apenas tiene efecto en los valores de gran liquidez, en especial los de megacapitalización, no sucede lo mismo con los valores menos líquidos del «S&P 495», lo que se ha traducido en una mayor elasticidad de los precios porque la demanda ha sido colosal.
Como aprendimos en «Introducción a la Economía», cuando la demanda supera a la oferta, el mecanismo de ajuste son unos precios más elevados. Las familias experimentaron esta situación con el papel higiénico y otros productos durante los primeros meses del confinamiento por el coronavirus. Algo parecido sucedió con estas acciones, ya que sus perfiles de liquidez se vieron sobrepasados por el exceso de demanda de los vehículos pasivos.
De aquí surge una pregunta: ¿qué detendrá o revertirá el flujo de capitales hacia los vehículos pasivos estadounidenses? La historia ha demostrado que la respuesta es un cambio en las expectativas de rentabilidad de las empresas de gran capitalización del índice.
La volatilidad representa los cambios de hipótesis en el mercado
A diferencia de lo que sucedió con la llegada de Internet 2.0, cuando los efectos de red desviaron el grueso de los beneficios a un puñado de empresas, el lanzamiento de DeepSeek ha puesto de manifiesto que los modelos fundacionales están más cerca de los productores de productos básicos que de los oligopolios con economías de escala. El riesgo al que se enfrentan el S&P 500 y, más específicamente, los valores de los «5 de la IA» radica en que el mercado se dé cuenta de esto y corrija sus cotizaciones en consecuencia.
Al mismo tiempo, a lo largo de la historia, la tecnología ha sido un factor principalmente deflacionista, puesto que ha solucionado problemas y ha provocado un cambio en qué sectores han capturado el valor económico. Por ejemplo, cuando se generalizó el uso de la imprenta, facilitó la difusión de información a gran escala. El valor económico pasó de los laboriosos documentos manuscritos a nuevos y grandes mercados objetivo, como los de los libros producidos en masa, los periódicos y muchos otros. Sin lugar a dudas, en los últimos 30 años, Internet ha provocado un nuevo cambio en el destino del valor económico.
Es un factor importante al tener en cuenta la IA, porque, se convierta en un producto básico o no, soluciona el problema de la creación y la corrección, y puede desviar gigantescas cestas de beneficios. Esto probablemente tendrá enormes implicaciones para la futura rentabilidad de los valores de las empresas que cedan cuota de beneficios y de las que la ganen. Del lado de los ganadores, ya apreciamos indicios de ello en un grupo de compañías de software y proveedores de soluciones, como los que ofrecen bases de datos y aplicaciones. Las empresas que atraen la atención del mercado son las que ofrecen funciones de la IA que mejoran los flujos de trabajo de los clientes, aumentan la integración de procesos entre empresas, y amplían y mejoran la experiencia de los usuarios.
Conclusión
Al igual que en otros periodos históricos, es probable que tan solo unos pocos líderes del mercado se repartan la mayor parte de los beneficios. El mercado de renta variable ha asignado resultados oligopolistas, por no decir monopolistas, a unos pocos. Y eso ha sucedido a pesar de las perspectivas de menores beneficios y del temor de que los modelos fundacionales sean más parecidos que diferentes. Por tanto, los sectores beneficiados en prima instancia por la tecnología, pronto se ven perjudicados por ella, lo que puede provocar un cambio drástico en los mercados financieros si las hipótesis empleadas resultan ser falsas.
Cuando el mercado empiece a descontar el futuro que he descrito, quizá asistamos a flujos de rentabilidades muy diferentes de los de los últimos 10 años, en los que las estrategias pasivas cederán el liderazgo de rentabilidad a los gestores infraponderados en los valores que perderán su condición de oligopolio.
La segunda consecuencia de ello podría radicar en la habitual rotación por parte de los inversores hacia estrategias que, a lo largo de la historia, han salido mejor paradas de esta transición, lo que se traducirá en una cesión de cuota de los gestores pasivos a los activos. En mi opinión, esto conllevará que los vehículos pasivos con políticas de contratación sistemáticas ejercerán una presión bajista sobre los precios de los valores menos líquidos del índice de referencia, lo que invertirá la situación vivida durante el alza. Esto debería equilibrar la disparidad de valoración explicada anteriormente y contribuir a impulsar una rentabilidad superior de la renta variable no estadounidense. .
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