El gasto fue especialmente acusado en las grandes empresas, segmento en que presenciamos el mayor incremento en materia de eficiencia. En la actualidad, sin ir más lejos, las empresas con más de 10.000 empleados exhiben una media de 650 aplicaciones informáticas. Aunque resulta difícil de observar en los precios agregados de las acciones, el gasto en software ha disminuido durante los dos últimos años. ¿Por qué?
Aunque las empresas aducen numerosas razones, desde preocupaciones económicas hasta limitaciones presupuestarias, en general, se encuentran en una fase de absorción del software tras años de gasto. Sin embargo, el factor más acuciante y que podría convertirse en crónico reposa en la captación de cuota de cartera por parte de la inteligencia artificial.
A largo plazo, la tecnología es deflacionista con el tiempo porque elimina fricciones de la sociedad. Sustituir una tecnología obsoleta por una nueva, no solo permite ahorrar costes, sino obtener un rendimiento mayor y más eficiente, lo que impulsa su valor para la sociedad. La mayoría de la gente, cuando piensa en la IA, piensa en los beneficios y en el impacto positivo sobre la productividad. Y es cierto. Pero, ¿qué ocurre con los flujos de ingresos vinculados a la tecnología que la IA está sustituyendo? Muchas de esas empresas están impulsando la exposición anterior y se enfrentan a un desplome de las rentabilidades.
Buscar en los lugares adecuados
Los inversores siguen las señales de los economistas y los responsables políticos, cuyos modelos de orientación retrospectiva tratan de evaluar la futura actividad económica y los niveles de los tipos de interés. Sin embargo, creo que podrían estar buscando en los lugares equivocados. Al igual que los generales tienden a luchar hasta la última guerra, el próximo desplome no procederá de dónde se produjo el último. Vendrá de donde se produjo el auge.
El auge no se produjo en el PIB, el mercado laboral, el gasto de los hogares, etc. El auge se produjo en el sector del software. Y aunque ese auge estaba justificado por una rentabilidad del capital atractiva y la eficiencia para las empresas, la IA podría ofrecer más ventajas a un menor coste. Esperamos que los presupuestos de TI se desplacen del software a la IA y que disminuya el número de aplicaciones informáticas. La cuestión no es el rumbo, sino la velocidad.
El software está saturado con demasiada competencia, aunque puede que la IA no llegue a replicar las aplicaciones esenciales. El software y la IA trabajarán juntos, si bien el exceso de proveedores a subescala en categorías indiferenciadas debe «dar un paso atrás». Si evitamos las empresas con problemas de valoración al tiempo que conservamos proveedores de software esencial, puede revelarse como una poderosa fórmula para obtener unos resultados superiores. Por este motivo, considero que la gestión activa revestirá cierta relevancia tras años de letargo.
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