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Las ventajas de la baja volatilidad como asignación estratégica

Dada la incertidumbre económica y la volatilidad de los mercados, creemos que una asignación estratégica del tamaño adecuado a una estrategia de renta variable de baja volatilidad puede permitir a los inversores reducir el riesgo bajista y materializar competitivos resultados a largo plazo sin tener que experimentar fluctuaciones extremas.

Authors

James C. Fallon
Portfolio Manager

Christopher Zani, CFA
Institutional Portfolio Manager

A medida que vamos dejando atrás la era dorada del planteamiento de que no existe alternativa a la inversión en renta variable (conocido como TINA, por las siglas en inglés de There Is No Alternative), periodo en el que los mercados estadounidenses de renta variable gozaron de sólidos resultados anualizados y ajustados al riesgo, cabe plantearse si los elevados niveles de volatilidad volverán en 2024 o persistirán durante compases posteriores. 

En mercados como los observados en 2022, en los que la economía se enfrenta a numerosas dificultades, una asignación estratégica constante a acciones de baja volatilidad puede contribuir a mantener una exposición a la renta variable y, al mismo tiempo, atenuar el riesgo global de la cartera. En nuestro reciente artículo «El momento adecuado. Por qué apostar por un enfoque de inversión de baja volatilidad», explicamos que las acciones internacionales de baja volatilidad han demostrado su capacidad para comportarse bien durante caídas del mercado. En el gráfico 1 de ese artículo se comparan las rentabilidades de los mercados alcistas y las rentabilidades de los mercados bajistas de los peores a los mejores periodos desde 1991. En cada mercado bajista (parte superior del gráfico), las acciones de baja volatilidad baten a sus homólogas de alta volatilidad. En cambio, en los mercados alcistas (parte inferior del gráfico), las acciones de alta volatilidad registran, por lo general, una rentabilidad superior y, en ocasiones, muy superior.

Los datos históricos ponen de manifiesto que, aunque las acciones de baja volatilidad suelen rendir peor que los índices ponderados por capitalización de mercado en entornos de tendencias favorables, igualaron o superaron los resultados de estos a largo plazo. Y lo que es más importante, una asignación estratégica a acciones de baja volatilidad exhibe el potencial de proporcionar una atractiva experiencia de riesgo/rentabilidad a los inversores.

En el gráfico 2 se muestra la perspectiva de la rentabilidad a largo plazo de las acciones de baja volatilidad (centro) comparada con la de los mercados estadounidenses de renta fija y variable (izquierda). Muestra que, de enero de 1971 a diciembre de 2023, un universo de inversión de baja volatilidad —en este caso, el 60% menos volátil de las 1.000 acciones estadounidenses de mayor tamaño — cosechó una rentabilidad 226 puntos básicos superior a la del índice S&P 500 y con un ratio de Sharpe más elevado (0,42 frente a 0,26).1 

Asimismo, aportamos datos de las ventajas de la baja volatilidad en el contexto de una cartera empleando una cartera tradicional 60/40 (derecha). Una cartera 60/40, que invierte el 60% en acciones y el 40% en bonos, ha constituido el punto de referencia para muchas carteras, y su combinación acciones/bonos representa la base de lo que durante mucho tiempo se ha considerado una cartera diversificada. La cartera 60/40 compuesta por el 60% menos volátil de las acciones estadounidenses como asignación a la renta variable (a la derecha del todo) generó mejores resultados con menos riesgo que la cartera 60/40 que utilizó el índice S&P 500.

El análisis anterior, si bien resulta útil para proporcionar una perspectiva sobre la rentabilidad a largo plazo, no ofrece información sobre cómo evolucionará en mercados bajistas una cartera 60/40 que realiza una asignación a acciones de menor volatilidad. Para obtener esta perspectiva, el gráfico 3 compara la rentabilidad de cuatro carteras 60/40 durante los cinco mercados bajistas mundiales más importantes identificados en el gráfico 1: dos usan los índices S&P 500 y MSCI All Country World Index (ACWI), y las otras dos usan los índices MSCI US Minimum Volatility y MSCI ACWI Minimum Volatility.

Los resultados revelan que las carteras con asignaciones a un índice de volatilidad mínima perdieron menos que las carteras con asignaciones a índices de mercado generales en todos los periodos (con la excepción del índice de volatilidad mínima global de los dos periodos más antiguos, puesto que no hay datos disponibles). El margen de rentabilidad superior de la cartera estadounidense fluctuó entre el 1% durante la caída de 1990 y el 12% del colapso de las tecnológicas a principios de este siglo, mientras que la cartera global generó un 3% más en los primeros compases de la pandemia y un 12% más durante la crisis financiera global que fue de 2007 a 2009. 

Al construir una cartera diversificada que tenga las máximas posibilidades de generar rentabilidades atractivas, el objetivo de un profesional de la inversión es blindarse frente a las grandes pérdidas y atenuar los riesgos. No podemos estar seguros de si en los próximos años los mercados de renta variable disfrutarán de resultados sólidos como los que vimos en la década que finalizó en diciembre de 2021, ni de cuándo volverá el entorno económico mundial a la estabilidad relativa que se vivió en ese periodo. Dada esta incertidumbre, creemos que una asignación estratégica del tamaño adecuado a una estrategia de baja volatilidad puede permitir a los inversores perder menos en caso de caída y materializar los competitivos resultados a largo plazo que buscan sin tener que experimentar fluctuaciones extremas.

 

Notas

1 El ratio de Sharpe es una medida de la rentabilidad ajustada al riesgo. Describe la cantidad de excedente de rentabilidad que recibe un inversor por la volatilidad de mantener un activo de mayor riesgo.

 

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